Chirbes y los retratos desoladores
- angelcervantes05
- 17 jul 2013
- 2 Min. de lectura

Seamos felices, se aproxima el descanso estival. Buen momento para insistir, al calor de nuevo del hogar virtual del amigo, en el impagable asunto de las revelaciones (confirmaciones, en este caso) literarias. Si hace unos meses se ponderaba el feliz encuentro con Ricardo Menéndez Salmón y su deslumbrante Medusa, nos inclinamos ahora ante la última novela de ese consumado retratista de la desolación, el valenciano Rafael Chirbes. En la orilla (Anagrama. Barcelona, 2013), devorada con tanto desasosiego como placer, despide el inconfundible (por repulsivo) hedor de la podredumbre que amenaza con devastar lo poco que va quedando. Lo desesperante es reparar, entre la humildad y la resignación, en que es lo que tenemos, lo que nos queda. ¿Es lo que merecemos? La prosa densa de Chirbes, adictiva en extremo sin embargo, emerge imparable desde la mirada pura y dura de los acontecimientos. "Ya ni anoto en mis cuadernillos", asegura en una entrevista reciente. Lo único que al escritor le interesa contar es lo que está pasando, ni más ni menos. Seis años de trabajo, los que separan a la nueva novela de la celebrada Crematorio, sirven en bandeja al inquieto lector una especie de magna obra sobre la crisis económica y sus consecuencias. Pero hay mucho más que ese elocuente eslogan editorial que se reitera en los medios especializados. La cosa es que Chirbes lo aborda todo. Es la novela de un tiempo firmada por un autor ambicioso que toca todas las teclas que explican (o tratan de arrojar luz a tamaña oscuridad) por qué se está llegando a malvivir, sin paliativos. Además En la orilla está sujeta a un ritmo irresistible, es un libro que respira, se tensa y hasta comparte la desazón del lector, lo atrapa, lo introduce "en una túrmix" (así lo expresa) de la que no puede salir. Eso de un lado. De otro, la inevitable identificación con los personajes. Para darles vida, o quitársela, Chirbes emplea lo que denomina la tercera persona compasiva. La última gran novela del panorama nacional esconde entre sus líneas una respuesta contundente: “Si el dinero sirve para algo es para comprarle inocencia a tus descendientes”. No se brindan muchas alternativas para apartar la vista del papel, para buscar una pausa reparadora durante la lectura. Un escritor de hoy con los ojos bien abiertos, tan excepcional como implacable, que no consiente una tregua. Un escritor fieramente humano.
Comments